viernes, 2 de mayo de 2014

Bata amarillenta

Bata amarillenta, color desgastado,
tú has sido testigo de nuestro pasado.
Te empapaste en lágrimas, sangre y sudor,
y das fe de ello con ese color.

Un caballo desbocado fue mi corazón,
tú lo percibiste sin hacer mención.
La cara de asombro del hombre con cáncer,
no diste palabras sobre ese percance.

Probaste la saliva de un niño lloroso
y viste la facies de un viejo canoso.
Escuchaste el llanto de la madre angustiada
por su hijo enfermo que no mejoraba.

Estuviste allí ante cientos de oyentes
mientras yo enseñaba cuando fui ponente.
El insulto oíste de las enfermeras,
del borracho, el preso y de la ramera.

El excremento, el vómito, el olor nauseabundo
tú lo toleraste aunque fuera inmundo.
La risa del lactante y la gratitud de la abuela
viste la ternura del niño de escuela.

Cambiaste tu estante callado y sereno
y durante años no conociste el sueño.
Un día inesperado tu vida dio un vuelco
y estuviste sola por bastante tiempo.

Mi bata amarilla guerrera valiente
sólo tú lo sabes y el Omnipotente.
Tu vida y la mía han sido oscilantes
entre malabares y tumbos constantes.

“Deberías ser blanca”, dicen los demás,
pero te has ganado tu tono ejemplar.
Ellos desconocen la causa de tu color,
pero yo lo sé, es muestra de tu honor.

No te pongas triste, bata descolorida,
pues siempre serás parte de mi vida.
Seguirás presente cada día en mí
porque tu heredera ya la conseguí.

Una bata blanca empieza su ciclo
con brío y con fuerza desde sus inicios.
Un nuevo horizonte adelante le espera
tú serás su ejemplo pues fuiste pionera.

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Escrito en una noche de insomnio en Los Ángeles, California, EE. UU., en noviembre de 2013. 
Dedicado a todos los médicos internacionales que luchan día a día en Estados Unidos para lograr sus metas. 

El nuevo intento del antiguo deseo de escribir.

4 comentarios:

Gabriel dijo...

Gracias, Héctor, por permitirnos una mirada tan emotiva a ese mundo interior que los ojos no ven pero que a veces, cuando prestamos atención, se deja destilar en objetos mudos, en batas amarillas y canas prematuras. Un abrazo.

José Bamio dijo...

Me encantó, Héctor. Me hiciste acordar de la hermana Hinckley quien decía que quería irse de esta vida con las botas llenas de fango por haber llevado de campamento a los jóvenes, las manos sucias de haber hecho comida para otros, etc. etc.
Tu bata amarilla habla de tantas ocasiones en que los ángeles la usaron para bendecir a otros.
Podríamos hablar de "libretas amarillas y diccionarios desgastados" para referirnos a tus aportes a los hermanos traductores y a la Oficina de Español y en particular a mi persona.
Me regocijo contigo en tus nuevas oportunidades de desgastar tu calzado transitando nuevas sendas de servicio, y ruego que el Señor nos conceda sincronizar nuestros andares nuevamente de cuando en vez...

alita dijo...

Héctor hermoso poema que demuestra tu pasión por la medicina.

El Rincón Reticular dijo...

Gracias por leer mi humilde poesía, antes era un traductor con corazón de médico, ahora soy un médico con corazón de traductor. Gracias, amigos.